jueves, 29 de septiembre de 2011

El dudoso "Yo no fui" de Evo Morales


El ruido de los «cachorros volvió a sonar en Bolivia. El ruido de las armas de la policía regresó con las protestas de los mineros, que se unieron a las movilizaciones contra el Gobierno de Evo Morales. Al presidente, antaño sindicalista revolucionario, la música de las manifestaciones de protesta y la huelga general le sonaba más a funeral que a baile regional.

Morales tomó buena nota y puso letra a unos acordes que ponen en duda la fortaleza de su Gobierno. La brutal represión policial a un campamento indígena el domingo pasado le está pasando una factura más alta de la que había previsto.

En busca de una credibilidad perdida en una población que continúa manifestando su desconfianza en las calles, el presidente salió a pedir perdón: «Nuevamente quiero decirles a las familias víctimas que nos disculpen, que me perdonen. Quiero que sepan que no hubo ninguna instrucción (de arrasar el campamento)».

Morales intentaba así lavarse las manos y transmitir un mensaje que calara en una sociedad que le está dando la espalda. «Con mucha sinceridad», dijo anoche que «como víctima» junto a muchos de los que llamó sus compañeros de Cochabamba y de Bolivia «nunca podría dar instrucciones para que hubiera una violencia como la de Yucumo», en alusión a la localidad donde se produjo el asalto.
En la misma misiva y como hiciera un par de días antes, «El Evo», como le siguen llamando en la calle, atacó a los medios de comunicación. «Dijeron que había muertos, heridos, desaparecidos pero no presentan pruebas. Hablan de seis, de nueve, de un niño fallecido, ¿Dónde están? No hay pruebas», preguntó.

Gobierno cada vez más solo
Durante la refriega entre las fuerzas de seguridad y los indígenas que quieren impedir la construcción de un carretera en el corazón del Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro Sécure (Tipnis) hubo una estampida hacia los montes. Distintas informaciones, incluido el Comité de los «marchistas», el grupo de indígenas que acampaba, señalaron que había decenas de desaparecidos y varios muertos, entre ellos un bebé. Las imágenes registradas no mostraban los cadáveres pero sí el maltrato a niños y hasta mujeres embarazadas.

«El único apoyo social que le queda al Gobierno es el de los cocaleros. Cada día que pasa está más solo», observa la historiadora Ximena Costa. La obsesión de Morales por quedar al margen de una decisión de la que es el máximo responsable político no parece dar los resultados deseados.

Buena parte de la opinión pública está convencida de que está detrás de una operación que ninguno de sus ministros y funcionarios asume. Las reuniones del gabinete, los viajes de inspección de ministros a la zona de conflicto así como una orden de la ministra de Justicia, Nilda Copa, donde pedía «la intervención de la fuerza de pública en caso necesario», ponen en duda el discurso oficial.

En este contexto el «yo no fui» de Evo Morales ha dado pie a comentarios más irónicos que jocosos. El diputado Wilman Cardozo declaró que el Gobierno podría saber «fácilmente» quien ordenó la intervención si recurriera a simples «pinchazos telefónicos». Entre tanto, el destacamento antimotines que ejecutó las órdenes y ha quedado prácticamente aislado denuncia: «Nosotros fuimos el músculo pero el cerebro está en La Paz».

abc.es

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