Informaciones precisas indican que el Departamento de Estado estadounidense mueve sus piezas en las clases dominantes de Bolivia, financia grupos civiles mercenarios, instala agentes provocadores y alista fuerzas de choque para derrocar a Evo Morales y frenar el proceso de revolución latinoamericana. Argentina no puede mantenerse ajena al conflicto que se desenvuelve por estas horas en el país hermano.
Sería dar la espalda a nuestra propia historia. Pero sería también una prueba más de que la miopía y la mezquindad redundan al final en graves perjuicios propios: si no la detenemos, la conflagracisn que la Casa Blanca prepara en Bolivia se extendera inexorablemente al territorio argentino. Nuestro pueblo quedaría envuelto en una guerra fratricida.Es inaceptable que la campaña por captar votos para las elecciones del 28 de octubre obnubile a sus protagonistas y oculte esta realidad. Todos los candidatos, sin excepción, deben pronunciarse exigiendo al gobierno de Washington que cese en su siniestro plan de guerra para Suramérica. No es posible aludir a la democracia en Argentina y permanecer impávidos ante esta amenaza.La primera y mayor responsabilidad cabe al gobierno.
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